Present Truth Magazine http://www.presenttruthmag.com El Patrón de la Historia de la Redención 8 La Cautividad de la Iglesia Cristiana La muerte y resurrección de Cristo no sólo dan significado a la historia antes de la cruz, sino a toda la historia después de la cruz. El libro de Apocalipsis trata del futuro, pero de un futuro visto en la luz del Cordero que fue inmolado y vivió otra vez. El Calvario queda recitado en la historia de los seguidores del Cordero que fue arrastrado a los tribunales, condenado y quien también derramó su sangre ante el altar. Los testigos del Apocalipsis profetizan durante tres años y medio. Son muertos en las plazas de la grande ciudad, "donde también nuestro Señor fue crucificado" (Apoc, 11:8). Sus enemigos se alegran en su muerte, y luego los testigos son resucitados y levantados hasta el cielo. Toda la profecía es un recuerdo del ministerio de tres años y medio de Cristo, y de su muerte y resurrección. El libro de Apocalipsis muestra que la iglesia recapitula también la historia del Antiguo Testamento. Existe otra esclavitud en Egipto, o, cambiando la figura, otra cautividad en Babilonia (Apoc. 11:2, 3, 7; 17:1-5). Lutero podía ver la iglesia recapitulando la historia antiguotestamentaria. Uno de sus más famosos tratados fue "La cautividad babilónica de la iglesia". Ahora, nuestra labor consiste en marcar los pasos que condujeron a este nuevo cautiverio egipcio o babilónico. Pablo advirtió a la iglesia que vendría una "apostasía" (2 Tes. 2:1-8>. Obviamente esta caída recapitularía la caída del Edén, cuando Eva fue tentada a exaltarse por encima de Dios (compárese con Gén. 3:5 y con 2 Tes. 2:1-8). En su carta a los corintios, Pablo asemejó la iglesia a Eva y expresó su temor de que nuevamente Satanás tendría éxito en su seducción. Pues que os celo con celo de Dios; porque os he desposado a un marido, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Mas temo que como la serpiente engañó a Eva con su astucia, sean corrompidos asi vuestros sentidos en alguna manera, de la simplicidad que es en Cristo. Porque si el que viene, predicare otro Jesús que el que hemos predicado, o recibiereis otro espíritu del que habéis recibido, u otro Evangelio del que habéis aceptado, lo sufrierais bien.-2 Cor. 11:2-4. Este pasaje nos recuerda la advertencia de Pablo a los gálatas: Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis traspasado del que os llamó a la gracia de Cristo, a otro evangelio; no que hay otro, sino que hay algunos que os inquietan, y quieren pervertir el Evangelio de Cristo. Mas aún si nosotros o un ángel del cielo os anunciare otro evangelio del que os hemos anunciado, sea anatema. -Gál. 1:6-8. Las observaciones del apóstol tocantes al "hombre de E pecado" que se opone y exalta a sí mismo, sentándose en el templo de Dios como Dios, haciéndose parecer a Dios" (2 Tes. 2:3, 4), fueron tomadas obviamente del libro de Daniel (Dan. 7:8, 11), especialmente de Daniel 8:11-13. Este anticristo, que contamina el templo y se hace objeto de adoración, es llamado "el que causa desolación" o "la abominación espantosa" (Dan. 9:27; 11:31). No podemos confinar esta profecía de Daniel a Antioco Epífanes y su profanación del templo de Jerusalem en el año 165 A. C. Jesús aplicó esta profecía de la "abominación del asolamiento" a algo futuro a sus días (Mat. 24:14, 15). Las figuras antiguotestamentarias como Faraón, Senaquerib, Nabucodonosor y Antíoco son precursores históricos del anticristo. Tampoco podemos confinar "la abominación del asolamiento" a los emblemas idolátricos de Roma profanando y destruyendo finalmente a Jerusalem y su templo en el año 70 D. C. Debemos captar el principio bíblico de una historia de eventos recapitulados y sostener esta historia luego en la luz de la muerte y resurrección de Cristo. Echemos ahora una mirada a este desolador religioso, este suplantador y destructor del Evangelio, a través de los ojos de Juan el Revelador.' Juan describe una trinidad entre el dragón, la bestia y el falso profeta (Apoc. 13; compárese con 16:13). (La unidad que presenta este pasaje con Daniel 7, 8, 11; Mateo 24:15 y 2 Tesalonicenses 2 es obvia.) Aquí se nos muestra que Satán trata de imitar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. El dragón da "su poder, y su trono, y grande potestad" a la bestia (Apoc. 13:2). Esto sigue paralelo al Padre, dando al Hijo "toda potestad en el cielo y en la tierra" (Mat. 28:18; compárese con Daniel 7:13, 14). La bestia de Apocalipsis 13 es el anticristo porque trata de revalidar la muerte y resurrección de Cristo. También son extraordinarias las analogías entre el falso profeta y el Espíritu Santo. Al falso profeta se lo llama "otra bestia" (Apoc. 13:11), así como Jesús llamó al Espíritu Santo "otro Consolador" (Juan 14:16). Esta bestia hace descender lo que a la vista de los hombres parece ser fuego del cielo. Engaña a los hombres para que hagan una imagen del anticristo y lo adoren. En todo esto, falsifica la obra del Espíritu Santo. En conjunto, Juan está advirtiendo a la iglesia respecto del engaño, de la falsa adoración y de un falso evangelio que conduciría al pueblo de Dios de vuelta a la esclavitud de Egipto o el cautiverio babilónico. Debemos investigar ahora las características principales de este falso evangelio que conduce a la gran cautividad de la iglesia. Mientras contemplamos las advertencias de las Santas Escrituras, vemos que el falso evangelio contiene dos características. Es un evangelio de revalidación y una teología de "gloria". El "Evangelio" de la Revalidación. La característica más sorprendente del anticristo es su intento por revalidar el evento mesiánico. Así como Cristo fue crucificado al cabo de tres años y medio de ministerio, la bestia recibe también una herida de muerte después de tres años y medio (Apoc. 13:5).2 Después de la muerte de la bestia, otra bestia toma su lugar para conformar los hombres a su imagen. Lo más sorprendente de todo es que la primera bestia se recupera de su herida de muerte y recibe la adoración de los hombres (Apoc. 13:3, 4). Lutero observó cierta vez que el diablo es el mono de Dios. Esta imitación queda ilustrada al comparar las siguientes escrituras apocalípticas: Cristo Anticristo paz del que es y que La bestia que has visto era y que ha de venir, fue y no es; y ha de subir -Apoc. 1:4. del abismo.. .-Apoc. 17:8. Yo soy el primero y. . . la bestia que tiene la el último; y el que vivo, y herida de cuchillo (que fue he sido muerto; y he aquídegollada) y vivió.-Apoc. que vivo..~-Apoc. 1:18. 13:14. He aquí que viene . -Apoc. 1:7. Hay algunos que buscan un anticristo futuro, pero fracasan, no viendo sus desarrollos pasados y presentes dentro de la iglesia cristiana. Juan vió al anticristo, obrando en sus días (1 Juan 2:18; 4:1, 3). Los reformadores identificaron al anticristo con aquella institución que se opuso al Evangelio de Cristo en sus días. Necesitamos ver al anticristo en sus tres dimensiones: pasada, presente y futura. Hemos visto que el acto salvador de Dios en Cristo fue un evento hecho de una vez y para siempre. La iglesia debía vivir recitando ese gran evento histórico. Pero en vez de proclamar el "evangelio" de revalidación. La iglesia empezó a verse a si misma como la extensión de la encarnación. En vez de ser una recitación del sacrificio de Jesucristo, hecho de una vez y para siempre, la cena fue interpretada como una revalidación del Calvario. La teología de la revalidación queda perfectamente ejemplificada en la misa romana. Aquí se dice que el sangriento sacrificio de Cristo es revalidado (en el altar romano) una y otra vez. Sin embargo, lo que necesitamos ver es que la misa es sólo una expresión visible de la visión romana del Evangelio. El erudito jesuita Navone, en un artículo titulado "La verdad evangélica como revalidación", esboza el corazón del romanismo. El tema de su artículo es que el evangelio presenta meramente una letra que debe revalidarse en nuestra experiencia. En vez de enseñar que somos salvos, sólo por fe, en el irrepetible acto de Dios en la historia, el artículo dice que somos salvos revalidando a Jesucristo. Jesús nos manda que re-validemos la perfeción de vida que pertenece a él y a su Padre. En este aspecto, la Escritura es una letra, y también la prescripción a revalidarse para obtener esa curación e iluminación que constituyen nuestra salvación.3 Debemos notar que no describe la salvación como ese acto de Dios, afuera de nosotros, en Cristo, sino como un logro alcanzado mediante su revalidación en nosotros. Mediante esta revalidación (que, por supuesto, se dice ser ¡totalmente por gracia!) el hombre "llega a ser aceptable ante Dios".4 Si los sacramentos son celebraciones del acto salvador de Dios, no debe sorprendernos que ahora se constituyan en una celebración de la renovación que la gracia efectúa en el adorador. El erudito jesuita Fransen dice: De hecho, celebramos lo que somos. Gozosa y confiadamente, testificamos de la vida que está en nosotros. Celebramos que el "reino de Dios está dentro de vosotros' Esta teología transfiere la gloria de nuestra salvación desde la obra terminada de Cristo a nuestra renovación. Chemnitz llamó tal cosa blasfemia6 (véase además Apoc. 13:1, 5). Al celebrar lo que somos no hay diferencia si decimos que la renovación interior del corazón es por gracia. Sigue siendo blasfemia, porque compromete la singular obra de Dios en Cristo. Dado que esta obra está fuera del creyente, debe enfocar lejos del creyente. La obra de Dios en Cristo fue tan infinita que no puede reducirse a una experiencia intra-humana. Además es irrepetible. Dios mismo no puede revalidaría. La Roca de nuestra salvación fue herida una vez. No puede ser herida de nuevo. Si Dios, Cristo y el Espíritu Santo no pueden revalidar sino recitar únicamente delante de nosotros lo que la Deidad ya hizo, ¡qué blasfemia es que el hombre presuma revalidar la obra salvadora de Dios! He aquí el espíritu del primer pecado (Gén. 3:5), que pretende poner al hombre por encima de Dios, en el templo de Dios (Dan. 11:36; 2 Tes. 2:4). En toda época, la iglesia estuvo en peligro de confundir el 'evangelio" de la revalidación con el Evangelio de la recitación. Es muy fácil señalar con un dedo incriminador a cosas tales como la misa romana, mientras no vemos nuestra propia culpa. El falso evangelio de la revalidación se desprende del fracaso de no entender el Evangelio de Nuevo Testamento de una salvación por medio de la fe en lo que Dios hizo en su gran acto en Cristo. El Evangelio proclama que la salvación es por ese evento más ninguna otra cosa. Pero desde muy temprano, los maestros de la iglesia comenzaron a confundir el artículo de la justificación por la fe con la renovación y la vida de nueva obediencia que el Espíritu Santo lleva a cabo en el creyente. La influencia del gnosticismo griego condujo a muchos a buscar un conocimiento de Dios en la experiencia mística más bien que en la realidad histórica del Cristo crucificado. La mente griega occidental siempre ha tenido la tendencia de tolerar una espiritualización falsa de la encarnación. Hubo la tendencia de hablar del nacimiento de Cristo en el corazón humano. La iglesia fue vista como la extensión de la encarnación, con el creyente como siendo crucificado en un acto de auto-renunciación mística. La obra de Cristo en la historia quedó subordinada a la obra de Cristo en la experiencia mística del creyente. El resultado fue la enseñanza de que los hombres son aceptados ante Dios por la revalidación del nacimiento, vida, muerte y resurrección de Cristo en la experiencia mística más bien que por su obra objetiva terminada. La localización del acto salvador quedó removida del Cristo de la historia al corazón humano mismo. Si el acto salvador de Dios ocurre en el corazón del creyente, es sumamente lógico que la iglesia utilice los sacramentos para anunciar su santidad y para testificar de la vida hallada en sí misma. La acentuación en la predicación apostólica recayó sobre el acto salvador de Dios en Cristo. Sin embargo, bajo la influencia del pietismo y reavivalismo cristianos, la acentuación en el protestantismo se ha movido cada vez más a la apropiación que el creyente hace de la salvación y a su vida renovada. Esta rotación del énfasis, desde lo objetivo hasta lo subjetivo, ha tomado lugar tanto en el ala liberal como en el ala conservadora del movimiento protestante. El liberalismo siempre tendió a eliminar la naturaleza histórica del Evangelio. La iluminación del siglo dieciocho y el racionalismo crítico del siglo diecinueve cuestionaron la naturaleza histórica de la Biblia. Schleiermacher puso a descansar toda verdad cristiana sobre el dominio de la experiencia. La "demitologización" de Bultmann, en el siglo veinte, quita la naturaleza histórica del Evangelio: El corazón de la teología de Bultmann se encuentra en el significado que adscribe a la proclamación de la kerygma, porque en el momento de la proclamación, Jesús se convierte en el Cristo para el creyente y la encarnación queda revalidada. . El evento mesiánico no puede ser hecho presente mediante el recuerdo; no es realmente "detallable" porque ocurre siempre de nuevo en la existencia propia. Aún la más conservadora y nueva ortodoxia de Barth y de Brunner enseña que la revalidación toma lugar en el "encuentro religioso" más bien que en el evento histórico. Dice Malcolm Muggeridge: La encarnación no fue un evento histórico. . . sucede todo el tiempo. . . Hay ejemplos por todos lados. . Solzhenitsyn.... Madre Teresa.~ El énfasis popular evangélico en el nuevo nacimiento ("Deje que Jesús venga a su corazón") podría estar del todo bien si fuera presentado en el contexto del acto redentor de Dios en Cristo. Pero desafortunadamente y con frecuencia, el nuevo nacimiento mismo se constituye en el mismo acto redentor. La gente queda colgando de su experiencia, como si esta fuera el acto que la reconciliara con Dios. La gente piensa que el testimonio cristiano es testificar de su recién hallado amor, gozo y paz en vez de testificar de los actos de Dios en el Cristo de la historia. Mucho pietismo y entusiasmo subordinan hoy la obra de Cristo por nosotros a la obra de Cristo en nosotros. El énfasis no recae más sobre la inclusión de todos los creyentes en la muerte y resurrección de Cristo, hechas de una vez y para siempre, y en su vida de fe en ese estado. Antes bien, el "morir con Cristo" y "resucitar con Cristo" se convierten en una comunión mística con el Cristo pneumático. Esto es más que fe sencilla en su obrar y morir. Existe, por supuesto, un "misticismo cristiano" verdadero, un verdadero Cristo de la experiencia. Pero el Espíritu de Cristo siempre guía nuestra fe lejos de nuestra propia experiencia hacia el Cristo de la historia. La obra del Espíritu es la de explicar la gloria del Cristo crucificado y resucitado. No le añade nada a la obra de Cristo, sino que nos incorpora en ella. La evidencia de la presencia del Espíritu se verá en una preocupación por el acto redentor de Dios efectuado objetivamente. Esta preocupación se hace evidente en la predicación, escritura y testimonio. Gran parte del "evangelicalismo" de hoy lleva sólo un ''evangelio'' de revalidación más bien que un Evangelio de recitación. Esto también es un anticristo. Transfiere la localización del evento de salvación desde lo que sucedió en Cristo a lo que sucede en el corazón humano. Deja la gente mirándose a sí misma y testificando de sus propios dones carismáticos. Es una exaltación sutil del hombre religioso por encima de Dios. Una de las mayores pruebas de que esto es malo es la repuesta acalorada que dan a los que aceptan la realidad y necesidad de la experiencia del nuevo nacimiento, pero que rehúsan poner esta cosa buena en lugar de la cosa mejor-a saber, la justicia de Cristo Jesús. Cuando la renovación que el Espíritu lleva a cabo en el creyente es colocada en lugar de la justicia imputada de Cristo, o queda confundida con la justicia de la fe, el protestantismo muere y el romanismo revive. La Teología de Gloria El "evangelio" de la revalidación no conduce los hombres a inclinarse ante la cruz ni a confesar ninguna otra justicia delante de Dios que la que Jesús ya obró. En vez de esto, proclama la gloria de ser salvado por la maravillosa experiencia de revalidar la historia de la salvación. En esto se usan los dones de Dios para la auto-valorización. Se usan los sacramentos para celebrar lo que los hombres llegaron a ser-¡por supuesto, que por gracia! (Porque aún el Fariseo podía dar gracias a Dios, que él no era como el publicano). ¿No prometió Cristo poder a su pueblo? (El anticristo va asistido de un desfile de poder-como fuego del cielo, milagros y señales [Apoc. 13:13, 14]). Jesús nos advierte: "Muchos me dirán en aquel día [el día final]; Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? [¡Ciertamente que éste es un ministerio altamente poderoso!] Y entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartáos de mí, obradores de maldad" (Mat. 7:22, 23). Sí, en verdad, muchos montarán el tren de la "gloria" hasta la perdición. Debemos precavernos de este espíritu de triunfalismo religioso. El Evangelio de la recitación es la teología de la cruz. Cristo llegó a la gloria mediante el sufrimiento: al honor mediante la verguenza, a la victoria mediante la aparente derrota. El poder de Dios fue velado en la debilidad. Mirad esa Víctima herida y sangrante, tropezando a lo largo de la Vía Dolorosa. Su cabello está enmarañado con sangre y sudor, su rostro ungido con los esputos de los ne ia iteciencion que le rechazan. Está tan débil que se tambalea y cae ante espectadores burlones. ¿Quién pensaría que escondido en este espectáculo de total debilidad estaba el poder infinito de Dios, o que velada en esta verguenza estaba la más infinita gloria? Al menos, el Calvario debería enseñarnos la falacia de juzgar según la carne. Aquello que la carne rechaza es glorioso a los ojos de Dios. Y "lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación" (Luc. 16:15). La cruz no es una medalla de honor sino un símbolo de verguenza (Luc. 14:26, 27). Los grandes de la fe también, "experimentaron vituperios y azotes; y a más de esto prisiones y cárceles. . anduvieron de acá para allá, cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; perdidos por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra" (Heb. 11:36-38). Difícilmente parece tal cosa una procesión triunfalista. De acuerdo al libro de Apocalipsis los que llevan el "testimonio de Jesús" son arrastrados a las cortes, sus nombres son tenidos como malos y su sangre derramada ante el altar. Los seguidores del Cordero no son presentados como quienes van a la gloria en el majestuoso carruaj e del honor. Van en la rechinante carreta del estiércol de la verguenza; hasta el panteón o a la hoguera. Sus vidas son una serie de victorias ininterrumpidas-que no parecen tal cosa aquí, pero que se revelarán como tales en el gran más allá. Este contraste entre la teología de la cruz y la teología de la gloria queda muy claramente demostrado en la correspondencia de Pablo a los corintios. El espíritu que está detrás del falso evangelio fue el mismo espíritu de auto-exaltación que engañó a Eva (2 Cor. 11:3, 4>. Los falsos maestros, a quienes la iglesia coqueteaba, eran "sumos apóstoles" (2 Cor. 11:5; 12:11). Aquellos anunm ciaban su superioridad en sus dones espirituales, milagros y otros signos de poder. Evidentemente, algunos habían aleteado hasta llegar tan cerca del cielo que trascendían la debilidad y pecaminosidad humanas. En lo que a ellos concernía, el estado de la resurrección era cosa del pasado (1 Cor. 15). No eran cristianos comunes, identificados aún con esta vieja era de debilidad humana. Eran super-cristianos. A medida que se comparaban entre si, creyeron que Pablo era débil, falto de espiritualidad e inferior. Estaban conduciendo a muchos de la comunidad cristiana a dudar de su apostolado, especialmente porque a Pablo parecían faltarle los adornos de poder tan evidentes en la experiencia de los superapóstoles. En su carta a los corintios, Pablo les recuerdá primeramente que la cruz es la "flaqueza" y "locura" de Dios. Luego enfatiza su propia flaqueza y se gloria en sus debilidades: Porque, hermanos, no queremos que ignoréis de nuestra tribulación que nos fue hecha en Asia; que sobremanera fuimos cargados sobre nuestras fuerzas de tal manera que estuviésemos en duda de la vida. Mas nosotros tuvimos en nosotros mismos respuesta de muerte, para que no confiemos en nosotros mismos, sino en Dios que levanta los muertos; El cual nos libró, y libra de tanta muerte; en el cual esperamos que aún nos librará.-2 Cor. 1:8-10. Antes, habiéndonos en todas las cosas como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en alborotos, en trabajos, en vigilias, en ayunos; en castidad, en ciencia, en loganimidad, en bondad, en Espíritu Santo, en amor no fingido; en palabra de verdad, en potencia de Dios, en armas de justicia a diestra y a siniestra; por honra y por deshonra, por infamia y por buena fama; como engañadores, mas hombres de verdad; como ignorados, mas conocidos; como muriendo, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como doloridos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo.-2 Cor. 6:4-10. Porque aún cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestra carne; antes, en todo fuimos atribulados: de fuera, cuestiones; de dentro, temores. Mas Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la venida de Tito. .. .-2 Cor. 7:5, 6. Otra vez digo: Que nadie me estime ser loco; de otra manera, recibidme como a loco, para que aún me glorie yo un poquito. Lo que hablo, no lo hablo según el Señor, sino como en locura, con esta confianza de gloria. Pues que muchos se glorian según la carne, también yo me gloriaré. Porque de buena gana toleráis si alguno os pone en servidumbre, si alguno os devora, si alguno toma lo vuestro, si alguno se ensalza, si alguno os hiere en la cara. Dígolo cuanto a la afrenta, como si nosotros hubiésemos sido flacos. Empero en lo que otro tuviere osadía